Historia del cine by Román Gubern

Historia del cine by Román Gubern

autor:Román Gubern [Gubern, Román]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Referencia, Comunicación, Cine
editor: ePubLibre
publicado: 1969-01-01T05:00:00+00:00


OTRAS CINEMATOGRAFÍAS

A diferencia de lo que ocurre en otros campos de la creación artística, el cine requiere para su existencia quia talis el soporte de una compleja organización industrial, y esta necesidad determina casi automáticamente cuáles son las naciones capaces de convertirse en «grandes potencias» cinematográficas. Pero si es bien cierto que casi toda la historia del cine gira en torno a los países altamente desarrollados, como Estados Unidos, Unión Soviética, Alemania y Francia, es también arriesgado e injusto trazar una divisoria tajante entre las «grandes potencias» y las llamadas «cinematografías menores», en las que la mengua de cantidad no significa necesariamente ausencia de calidad.

Por otra parte, el advenimiento del cine sonoro estimuló el desarrollo de los pequeños cines nacionales, favorecidos por el repudio a la producción hablada en idiomas extranjeros. Así veremos renacer tímidamente el cine sueco, antaño gran potencia, cuya producción se estabiliza en torno a los 25 films anuales. El veterano Gustav Molander revela el talento de la actriz Ingrid Bergman en Intermezzo (1937), pero en 1939 será arrebatada a su país por el productor norteamericano David O. Selznick, que hará de ella la actriz escandinava más importante y universal desde Greta Garbo.

Otra antigua gloria, la Italia que ahora pilota Benito Mussolini, siente añoranza de su perdido esplendor y su Duce se empeña en hacer del país una gran potencia cinematográfica. Para ello no vaciló en crear el instituto docente Centro Sperimentale di Cinematografia (1935) y en levantar los inmensos estudios de Cinecittà (1937), los mayores de Europa, al frente de los cuales coloca a su hijo Vittorio. Con Sole (1929) y Tierra Madre (Terra madre, 1930), del debutante Alessandro Blasetti, Mussolini proclama el nacimiento del nuevo cine italiano, que debe ser grandioso y monumental y debe glosar las glorias pasadas y presentes del Imperio. A Camisa negra (Camicia nera, 1932), del mediocre Giovacchino Forzano, tuvieron la desfachatez de llamarla «el acorazado Potemkin del Fascio». Hoy nadie se acuerda de ella. Para cantar la epopeya de las campañas coloniales en África Augusto Genina rodó El escuadrón blanco (Squadrone bianco, 1936), según una novela de Joseph Peyré, y Bengasi (Bengasi, 1942), realizada por encargo directo de Mussolini, aunque la ciudad libia cayó en manos de los aliados a poco de concluirse el rodaje para consternación del dictador. Este mismo Genina, especializado en cine de perfil heroico, es el autor de la producción italoespañola Sin novedad en el Alcázar (L’assedio dell’Alcazar, 1940).

La potencia industrial del nuevo cine italiano es sin embargo un hecho y se demuestra con reconstrucciones tan costosas y espectaculares como Escipión, el Africano (Scipione, l’Africano, 1937) de Carmine Gallone, o con la leyenda La corona de hierro (La corona di ferro, 1941), del fecundo Blasetti. Junto a este cine monumental y grandilocuente proliferan las comedietas sentimentales que la crítica antifascista de la época calificó felizmente de «películas de teléfonos blancos». Porque no hay que olvidar que la mayor parte de la juventud intelectual, que cultiva la crítica de cine o estudia en el Centro Sperimentale (como



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